11 de mayo de 2011

The City Trilogy, Darren Shan


The City Trilogy (En Ingles)


Sinopsis:


La Trilogía de la Ciudad es una fantasía urbana para adultos y adolescentes. Ambientada en una ciudad de los gangsters sin piedad, misteriosos sacerdotes incas, y figuras sombrías que pertenecen en cuerpo y alma al mundo de la noche. Esta es una oscura y brutal serie sobre el poder, la corrupción y el precio de su alma.


Libro 1: "Procession of the Dead"


Agudo y seguro de sí mismo, el advenedizo joven Cápac Raimi llega a la ciudad decidido a dejar su marca. A medida que aprende los trucos de su nuevo oficio de su tío Theo - extorsión, chantaje, amenazas - se encuentra pronto encaminado a convertirse en el más nuevo y prometedor gángster. Pero entonces se cruza con El Cardenal, y su vida cambia para siempre. El Cardenal es La Ciudad y La Ciudad es El Cardenal. Estan unidos por el alma. Nada se mueve en las calles, o debajo de ellas, sin el conocimiento del Cardenal. Su reinado es absoluto. Mientras Cápac comienza a descubrir más sobre el alcance de la influencia del cardenal sobre su propia vida, se enfrenta a las decisiones más difíciles. Y así como su ambición se eleva cada vez más alto, aprenderá todo lo que hay que saber acerca de la pérdida, y el verdadero costo del poder.






Libro 2, Hell's Horizon:



Libro 3, The City of Snakes:

8 de mayo de 2011

Capitulo 2


2. DEMONIOS

Sangre por todas partes. Terribles salpicaduras y charcos. Salvajes rayas en el piso y en las paredes.
Salvo que las paredes no son paredes. Estoy rodeado por los cuatro lados por telarañas. Millones de hilos, más gruesos que mi brazo, algunos conectados con ordenados diseños, otros separándose caóticamente. Muchos de los hilos están teñidos de sangre. Detrás de la primera capa, más capas, telarañas hasta donde alcanza la vista. Hasta el infinito.
Mis ojos se separan de las paredes. Hago rápidas miniaturas mentales de otros detalles. Me encuentro entumecido. Funcionando como una máquina.
El sonido de goteo. Un cuerpo colgado boca abajo del techo en el centro de la habitación. Sin cabeza. La sangre cae al piso del rojo corte del cuello. Incluso sin la cabeza, lo reconozco.
¡Papá!— Grito, y el llanto casi rompe mis cuerdas vocales.
A mi izquierda, una criatura obscena gira y gruñe. Tiene el cuerpo de un perro muy grande, la cabeza de un cocodrilo. Debajo de esta, inmóvil, mamá. O lo que queda de ella.
Un aullido terrible a mi derecha. ¡Gret! Sentada en el suelo, mirándome fijamente, meciéndose, su rostro blanco, excepto donde esta manchado de sangre. Comienzo a llamarla. Ella se gira a medias, y es entonces cuando me doy cuenta de que ha sido dividida en dos. Algo hay detrás de ella, en la cavidad en la parte posterior, moviéndola como a una marioneta.
El 'algo' empuja a Gret. Es un niño, pero ningún niño de este mundo. Tiene el cuerpo de un infante de tres años, con una cabeza mucho más grande que la de cualquier persona normal. Su piel de color verde pálido. No tiene ojos , una pequeña bola de fuego parpadea en cada una de sus cuencas vacías. No tiene cabello, pero sin embargo su cabeza está llena de movimiento. A medida que el niño del infierno avanza, veo que los objetos son cucarachas. Vivas. Alimentándose de su carne podrida.
El cocodrilo-perro se aleja de mamá y se acerca a mí, intercambiando miradas con el niño monstruoso, quien también reduce la brecha.
No me puedo mover. El miedo se apoderó de mí completamente. Miro desde mamá a papá, y de papá a Gret. Todos rojos. Todos muertos.
¡Imposible! ¡Esto no está sucediendo! Un mal sueño, ¡Eso debe de ser!
Pero incluso en mi peor pesadilla, nunca me imaginé algo así. Yo sé que es real simplemente porque es demasiado horrible para no serlo.
Las criaturas están casi sobre mi. El cocodrilo-perro gruñe hambriento. El niño del infierno sonríe macabramente y levanta sus manos. Hay bocas en sus dos palmas, pequeñas, llenas de afilados dientes. No hay lenguas.
Oh, cielos—, dice alguien, y las criaturas paran a la distancia de un escupitajo. —¿Qué tenemos aquí?
Un hombre se desliza por detrás de un grupo de pegajosos filamentos. Delgado. De pálida piel roja, deforme y desigual, como si estuviera hubiera hecho con masa para modelar. Sus manos están destrozadas, los huesos sobresalen de la piel, sus dedos fundiéndose unos con otros. Calvo. Ojos extraños, sin blanco, sólo el iris de color rojo oscuro y una pupila aún más oscura. Hay un gran agujero desgarrando el lado izquierdo de su pecho. Puedo ver limpiamente a través de él. Dentro del agujero, serpientes. Decenas de pequeñas, siseantes, enrolladas serpientes, con largos colmillos curvos.
El niño del infierno grita y se acerca hacia mí. Los dientes en sus pequeñas bocas se separan y juntan con impaciencia.
Detente, Artery,— el hombre, el monstruo, dice imperativamente, y da un paso hacia mí. No, no da un paso, ... se desliza. No tiene pies. La carne abultada de la parte inferior de sus piernas termina en tiras que no tocan el suelo. Está flotando en el aire.
El perro-cocodrilo ladra salvajemente, sus ojos de reptil resplandecen con hambre y odio.
    —Aguanta, Vein,— el monstruo ordena. Avanza a una ínfima distancia de mi. Se detiene y me estudia con sus antinaturales ojos rojos. Tiene una boca pequeña. Labios blancos. Parece triste, la criatura más triste que alguna vez he visto.
    —Tú eres Grubitsch—, dice malhumorado. —El último de los Gradys. Tu no deberías estar aquí. Tus padres deseaban que no sufrieras de esta forma. ¿Por qué has venido?
    No puedo responder. Mi cuerpo no es mío, excepto por los ojos, que no dejan de contemplar y analizar, aunque desearía cerrarlos por completo y sumirme en la oscuridad.
    El niño del Infierno hace un sonido gutural e intenta alcanzarme otra vez.
    —Desobedeceme si te atreves, Artery,— el monstruo dice suavemente. El barbárico bebé deja caer sus manos y se inclina hacia atrás, el fuego en sus ojos centellando. El coco-perro se retira también. Ambos mantienen sus ojos en mí.
    —Tanta tristeza—, suspira el monstruo, y hay piedad genuina en su voz. —Los padres, muertos. La hermana, muerta. Completamente solo en el mundo. Cara a cara con los demonios. Ni idea de quienes somos o por qué estamos aquí. — Hace una pausa y la duda cruza su rostro. —No lo sabes, ¿verdad, Grubitsch? ¿Nadie nunca te dijo, o explicó, la historia del solitario Lord Loss?
    Todavía no puedo contestar, pero lee la ignorancia en mis ojos y sonríe con sus finos labios dolorosamente. —Eso imaginaba—, dice. —Trataron de protegerte de las crueldades del mundo. Buenos, amantes padres. Los extrañaras, Grubitsch, pero no por mucho tiempo. — Las criaturas a mi izquierda y derecha hacen enfermos y gorgogeantes sonidos. —Tu tristeza durara poco. En cuestión de minutos mis familiares estarán sobre ti, y todo lo terminará pronto. Habrá un gran dolor, pero luego la paz absoluta del más allá. La Muerte vendrá como una bendición, Grubitsch. Le darás la bienvenida al final, así como lo hicieron tus padres y tu hermana.
    El monstruo se pasea a mi alrededor. Me doy cuenta que no tiene nariz, sólo dos agujeros grandes por encima de su labio superior. Él olfatea a su paso, y yo de alguna manera entiendo que él esta oliendo mi miedo.
    —Pobre Grubitsch—, murmura, deteniéndose delante de mí otra vez. Estando tan cerca, puedo ver que su piel de color rojo esta surcada por pequeñas grietas, las cuales destilan gotas de sangre. También noto varios apéndices debajo de sus brazos -tres a cada lado, enrollados alrededor de su estómago.- Parecen delgados brazos extra, aunque podrían ser extrañamente moldeadas capas de carne.
    —¿Qu ... Qué ... es ... lo que eres?— Gruño, obligando a salir a las palabras entre mis dientes castañeantes.
    —El principio y el final de tus más grandes arrepentimientos,— el monstruo responde. Lo dice sin emoción, sin alarde alguno.
    —¿Ma-mamá?— Susurro entrecortadamente. ¿Papá? Gr-Gr ... Gr ... —
    —Se han ido—, susurra, moviendo la cabeza, sangrando por las grietas en el cuello. —Recuérdalos, Grubitsch. No olvides los tiempos felices. Atesóralos en estos, tus momentos finales. Llora por ellos, Grubitsch. Dame tus lágrimas.
    Él sonríe expectante y su mano derecha alcanza mi cara. Pasa sus machacados dedos a través de mi mejilla izquierda, justo debajo de mis ojos, como si quisiera llamarlas.
    El contacto de su piel húmeda, áspera y pegajosa, me repugna. Sin pensarlo, me doy la vuelta en el infierno de la habitación de mis padres y corro. Detrás de mí, el monstruo se ríe oscuramente, se aclara la garganta y dice, —Vein, Artery. Él es todo suyo.
    Con viles y viciosos aullidos de alegría, las criaturas salen en mi persecución.
    El primer piso. Los gruñidos y el rechinar de dientes cada vez más cerca cada segundo. Casi sobre mi. Mis pies resbalan. Me desparramo por el piso. Algo me sobrevuela y choca contra la pared de la parte superior de la escalera, el coco-perro, Vein.
     Una pequeña mano agarra mi tobillo izquierdo. Los dientes de Artery están cerca del dobladillo de mi jean. Me alejo instintivamente. Una larga tira de tela se desgarra. No hay daño para mi pierna. Artery se echa hacia atrás, asfixiándose con el tejido.
     Vein se apresura a sus pies, sacudiendo su alargada cabeza de cocodrilo. Mis ojos se fijan en sus piernas. Estas no terminan en patas del perro, sino en pequeñas manos humanas, con largas y astilladas uñas, manchadas de sangre, -las de una mujer.
     Me retuerzo para pasar por el costado de Vein arrastrándome sobre mi estómago hasta las escaleras, jadeando de terror. Con el rabillo de mi ojo espió a Artery escupiendo parte del dobladillo de mis pantalones, poniéndose de pie, y finalmente corriendo tras de mí.
     Vein gruñe en la parte superior de la escalera, sus ojos de reptil furiosos, preparándose para abalanzarse. Al mismo tiempo que ella salta, Artery se estrella contra su espalda. Vein aúlla mientras su compañero sin querer la aplasta contra la pared. Artery llora como un bebé, empuja a Vein, y se tambalea por las escaleras en pos de mí.
Mis manos tocan el suelo. Tengo una buena ventaja sobre Artery, quien todavía está en la escalera. ¡Voy a lograrlo! A pocos pasos más y ...
     Algo se desliza entre mis piernas a una velocidad increíble. Hay un sonido agudo y estrepitoso. La puerta tiembla. En su base, Artery se endereza y me dedica una sonrisa. El grotesco niño del infierno se esta frotando el hombro derecho, donde colisionó con la puerta. El fuego arde en sus ojos con más fuerza que nunca. Su boca es ancha y torcida. No tiene lengua, solo sus amplias fauces, de color rojo sangre.
     Yo grito incoherente hacia Artery, y luego tomo el teléfono de la repisa -el objeto mas cercano a mi- y se lo lanzo con toda mi fuerza al demonio. Artery se corre bruscamente. Increíblemente, el teléfono rompe la puerta, atravesándola y terminando en la calle.
     No tengo tiempo para reflexionar sobre esta increíble demostración de fuerza. Artery esta momentáneamente desorientado. Vein esta solo a la mitad de la escalera. Puedo escapar, pero solo si actúo rápidamente.
     Haciendo una curva cerrada, me dirijo a la cocina y a la puerta de atrás. Artery lee mis intenciones y grita a Vein. El coco-perro salta de las escaleras y corre en busca de mi cara y mi garganta. Levanto un brazo y logro empujarla. Vein clava sus uñas en mi brazo, rasgando el material de mi camisa y haciendo tres profundos surcos en la carne de mi antebrazo.
     Gritando de dolor, pateo la cabeza del cocodrilo diabólico. Mi pie que golpea justo debajo de la punta de su hocico. La cabeza de Vein se impulsa hacia atrás y tambaleantemente se aleja unos pasos con un gruñido.
     No me detengo a comprobar a Artery. Cruzo la cocina y me lanzo contra la puerta. Mis dedos aprietan el picaporte. Lo giro-de manera equivocada! Invierto el movimiento. Un clic. La puerta se abre ...
     ... y se cierra de nuevo mientras Artery se lanza contra la misma. La fuerza del demonio golpeando la puerta me tira a un lado. Logro rodar fuera del peligro inminente. Cuando me incorporo, Artery se ha recuperado y está de pie delante de la puerta, las piernas y los brazos abiertos, tres juegos de dientes brillando bajo el resplandor de la luz roja emitida por el fuego de las cuencas vacías de sus ojos.
     Retrocedo sobre mis rodillas para alejarme del infernal niño verde. Me detengo -un gruñido a mi espalda. Una mirada de pánico. Vein se cierne sobre mi, bloqueando mi retiro.
     Estoy atrapado entre ellos.
     Artery está sonriendo. Sabe que estoy acabado. Una cucaracha cae de su cabeza, de espaldas, y se da vuelta. Empieza a escapar. Artery pisa la cucaracha y la aplasta. Mantiene el pie en el aire, para que yo pueda ver los restos del insecto machacado. Se ríe maliciosamente.
     Un chasquido detrás de mí. El hedor de la sangre y la decadencia. Vein casi a mi altura. Artery sisea -quiere unirse al derramamiento de sangre, pero es cauteloso. No abandonará su puesto. Es mejor quedarse a ver a Vein matarme, que hacerlo el mismo y dejar la puerta sin vigilancia. Siento el miedo del demonio hacia el que se encuentra en el primer piso. Llamó a estos dos sus familiares , lo que significa que él es su amo.
     Vein roza mi espalda con su áspero hocico. Gruñe roncamente. Se ha acabado. Estoy acabado. Muerto, al igual que papá y mamá y ...
    —¡No!— Grito, sorprendiendo a los demonios. Mis pensamientos vuelven al teléfono atravesando la madera sólida de la puerta principal, ya Artery y a la rapidez con que se movió. Mis ojos se fijan en la solapa del perro. Demasiado pequeña para que pueda caber, pero no pienso en eso. Me concentro sólo en escapar.
    Levanto mis piernas. Me agacho. Me impuso hacia la puerta del perro al mismo tiempo que Vein intenta alcanzarme con sus dientes. Vuelo por el aire, más rápido de lo que cualquier ser humano podría o debería. El fuego en las cuencas de los ojos de Artery arde con alarma. El demonio chasquea sus pequeñas piernas juntas. ¡Demasiado tarde! Antes de que puedan hacer algo, ya lo he logrado, mis dedos presionando la solapa perro fuera de mi camino, mis brazos, cuerpo y piernas fuera de la casa. Gritos y aullidos detrás. Pero no pueden hacerme daño ahora. Estoy volando ... afuera ... ¡libre!



    Estoy planeando. Los brazos extendidos como alas. Regocijo. Magia. Momentáneo placer. Me siento invencible, como un-
    Choco.
    La cerca del patio interrumpe mi vuelo. Golpeo duramente el suelo. Me levanto entre gemidos. Mi codo derecho sangrando donde golpee con la áspera madera de la verja. Mareado. Me tambaleo sobre mis pies. Me siento enfermo.
    Recuerdo a los demonios. Mis ojos contemplan la entrada del perro. Me giro para correr ...
    ... Y luego me detengo. Ni rastro de ellos. Solo el silencio de la noche.
    Ellos no están siguiéndome.
    Me quedo mirando la entrada del perro -pequeña- entonces miro mis brazos y piernas. Las tres lineas rojas dejadas por Vein. Mi camisa y pantalones vaqueros rasgados, donde los demonios me agarraron. Mi zapato izquierdo desaparecido, que debe haber caído a mitad de vuelo. Pero por lo demás estoy ileso.
    ¡No puede ser! Aunque la puerta del perro hubiera sido más grande, yo no podría haber pasado a través de ella a esa velocidad sin lastimarme. ¿Cómo..?
    Todas las preguntas mueren cuando recuerdo el horror de la habitación.
    —Mamá—, sollozo, tambaleándome hacia la puerta. Me detengo con la mano en el picaporte. Casi lo giro. No puedo.
    Me pongo de rodillas. Cuidadosamente abro la puerta del perro. Espió la cocina. No hay demonios, pero las manchas de sangre en las baldosas son una prueba no me imagine la persecución.
    Me agacho. Una vez más intento entrar. Una vez más yo no me atrevo a hacerlo. Los recuerdos son demasiado aterradores. Los demonios son demasiado amenazadores. Si pudiera ayudar a mi familia, tal vez sería diferente. Pero están muertos, todos ellos, y tengo demasiado sentido común (o carezco del suficiente valor) para arriesgar mi vida por un trío de cadáveres.
    Retrocediendo, contemplo la casa. No hay diferencia desde afuera. No hay telarañas. No había sangre. Paredes y ventanas normales.
    —Gret— murmuro inconscientemente. -Nunca te pedí perdón por las tripas de rata.
    Pienso sobre ello que por un momento, aturdido, atontado. Entonces levanto la cara, abro la boca y grito.
    Es un grito sin palabras. Puro odio. Pura tristeza. Proviene de algún lugar profundo dentro de mí y estalla con la misma fuerza imposible que cuando lance el teléfono a Artery y pase a través de la puerta del perro.
    El vidrio en las ventanas se rompe y estalla hacia dentro, rasga las cortinas a pedazos, sembrando el suelo de transparentes fragmentos irregulares. Los cristales de las casas a cada lado también explotan. Y también los de los autos cercanos y faroles.
    Grito tanto como puedo, tal vez un minuto entero sin detenerme, y entonces cae un silencio tan terrible como el grito mismo. Es un silencio aislado. Casi sólido. Ningún sonido entra y ninguno sale.
    Después de un rato los vecinos emergen de sus casas, temblando, descubriendo el origen del demente aullido. Veo sus bocas moverse, pero no oigo sus preguntas, o sus gritos cuando entran en mi casa y vuelven corriendo poco después, con la tez blanca, sus ojos llenos de terror.
    Estoy en mi propio mundo. Un mundo de redes y sangre. Demonios y cadáveres. Pesadillas y terror. El nombre de este mundo de esta noche en adelante.
Mi hogar.